La tolerancia como virtud cívica y como valor ético sigue
traspapelada en el ambiente político venezolano. Parece irrealizable
lograr ese consenso mínimo, indispensable para que la aun llamada
democracia funcione civilizadamente; la coexistencia pacífica, en medio
de las diferencias, sigue siendo una materia pendiente porque
históricamente ha prevalecido la intolerancia como práctica política
desfavorable y negativa.
De ahí han surgido los radicalismos y la
larga confrontación.El diálogo constructivo entre contrarios no ha sido posible y parece
que no bastan las muertes y asesinatos para entender y aceptar
que el único camino hacia la paz pasa por la tolerancia y el debate
civilizado e ilustrado. La cultura de la paz sólo es posible en una
sociedad tolerante, comprensiva y flexible, caracterizada por la
diversidad ideológica y cultural.
Tolerar es aceptar la
pluralidad en todos sus campos y expresiones. Es respetar las ideas,
visiones, credos y prácticas de los demás, aunque difieran de los
propios, siempre y cuando todas se ajusten a los principios, valores e
instituciones sobre los cuales se sustenta una verdadera democracia.
La tolerancia, junto a la
justicia, la libertad, la igualdad ante la ley, la participación
ciudadana y la soberanía popular son pilares sobre los que debe
sostenerse todo régimen democrático.
Obviamente no hay que
confundir la tolerancia con la indiferencia ni con la permisividad ante
posiciones o prácticas socialmente perjudiciales. La diversidad, la
heterogeneidad, las diferencias y la pluralidad, son, desde todo punto
de vista, enriquecedores y vitales porque generan interacciones,
cambios, transformaciones y dinamizan los procesos sociales.
La
homogeneidad absoluta no es posible y sería un freno al desarrollo. La
tolerancia debería ser un compromiso de todos los venezolanos, de los
ciudadanos afectos al régimen y los disidentes a él, de las comunidades y
desde luego del Estado.
Venezuela es un país multicultural,
diverso y variado. Costeños, andinos, larenses, maracuchos, centrales,
llaneros, guayaneses, orientales, margariteños, tenemos distintas
maneras de actuar y de expresarnos y dentro de esa diversidad se dan
también las diferentes visiones del mundo y de las cosas y a partir de
ahí surgen las ideologías contrarias como algo consustancial a la
verdadera democracia.
Es así en todo el mundo. Ninguna sociedad
es homogénea. En Suecia por ejemplo, conviven en paz y armonía 8.5
millones de suecos nativos y un millón de exiliados e inmigrantes
provenientes de los más variados países. Existen siete partidos
políticos sólidamente establecidos, soportados en una amplísima gama
ideológica que va desde la izquierda ortodoxa hasta la ultraderecha
xenófoba. En los procesos electorales cada debate televisivo es una
cátedra de tolerancia y de democracia.
En Venezuela,gobierno y oposición no se
reconoce como adversarios políticos sino como enemigos irreconciliables y
cada uno señala al otro como único responsable del problema. No se
permite el disenso, la obstinación y el sectarismo es eliminar al
contrario a costa de lo que sea.
La hostilidad se exacerba
permanentemente y copa todos los escenarios donde deberían reinar el
diálogo y la conversación constructiva. El insulto, el agravio y la
ofensa marcan un estilo practicado afianzado por el
verbo incendiario, burlesco, jocoso y permanente de los políticos..
La discriminación se ha disparado
también. Todas las censuras comienzan con expresiones descalificadores, las críticas contra cualquier desempeño han
estado siempre marcadas por el odio, la rabia, la envidia y hasta el
color de piel. En un país cargado de rico mestizaje hay quienes se creen
arios o caucásicos.
Tanta intolerancia atenta contra el derecho a
la vida, crispa los ánimos y acentúa la confrontación; las amenazas
contra líderes populares, políticos, sindicalistas, periodistas son
intensas. Muchos hombres y mujeres
corren, en serio, el riesgo de ser liquidados por bandas criminales con nuevos nombres, anuncian que “tienen la orden de
encarcelar o liquidar” a dirigentes y a miembros de
organizaciones de mujeres y de defensores de derechos humanos; a todos
los acusan de manejar un discurso político.
Mientras
tanto, nosotros, usted y yo amigo lector los que no somos violentos,
unamos voces de paz y de reconciliación a Dios y
y soñemos con una Venezuela donde quepamos todos y donde prevalezcan la
convivencia, la unidad, la paz, la solidaridad, la tolerancia y la
justicia social.
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