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martes, 4 de junio de 2013

UTILIDAD DE LA FE RELIGIOSA EN EL SIGLO XXI.(JUNIO/2013)

Si hay un tema relevante en este fin de milenio, éste es sin duda el religioso. La religión vuelve a estar de actualidad después de dos siglos en los cuales parecíamos asistir a su declive irreversible. Lejos de ser, hoy, un factor cultural en retroceso, se halla en primer plano de los asuntos mundiales. Tanto el fenómeno del integrismo, islámico, judío o cristiano, como el general interés por las religiones orientales dentro del ámbito occidental, o el despertar de las grandes religiones históricas, desde el hinduísmo en todas sus formas hasta el islam (en sus variantes sunnitas o chiítas), todo ello es índice de un interés creciente por lo religioso. El final de la Guerra Fría parece sustituir el registro ideológico como lugar en donde se articulan y anudan las convicciones y los conflictos por el registro religioso. Como si la etapa de supremacía de las ideologías hubiese dejado terreno expedito, de nuevo, al resurgimiento de las grandes religiones.
Triunfan por doquier fuerzas centrípetas, destruyendo o dispersando unidades grandes o medias de naturaleza inestable; así por ejemplo los estados multinacionales del tipo de Yugoslavia o de la antigua Unión Soviética. Y lo que determina y decide las razones nacionales que marcan las escisiones y disidencias son, sobre todo, factores culturales que remiten, antes que nada, a los diferenciales religiosos. Estos acaban teniendo un peso específico mucho mayor que otros factores (como, por ejemplo, los lingüísticos). (Eugenio Trías)
Hoy se impone reconsiderar la naturaleza y condición de la religión. Es preciso «pensar» la religión, so riesgo de que la religión «nos piense» en su peculiar modo extremo (según los dictados de todos los integrismos hoy redivivos). La religión no se reduce a fenómenos como el integrismo. Es preciso «salvar» el fenómeno que constituye la religión: la natural, o connatural, orientación del hombre hacia lo sagrado; su re-ligación congénita y estructural. Es preciso «salvar» ese fenómeno por rigor filosófico y fenomenológico. El pensamiento moderno ha sido escasamente perspicaz en relación a la importancia del hecho religioso. Ha tendido a reducir éste a aspectos parciales de su compleja existencia: a su carácter «social» (como ideología y falsa conciencia, así en las tradiciones marxistas); a su naturaleza «psíquica» (como expresión ilusoria de las miserias psíquicas del hombre, expresadas en el gran surtido de sus enfermedades mentales, así en Freud y en las tradiciones psicoanalíticas).

Jerusalén, Mezquita de Omar, tropas Israel La presencia de lo religioso:
Lo religioso es hoy, más que nunca, un problema complejo. A esa condición de problematicidad han contribuido poderosos y múltiples factores. Entre ellos, el progreso científico-técnico. Este ha ido arrinconando progresivamente a la fe hasta ponerla al borde del K.O. técnico. Para mucha gente, la religión era un recurso fácil, un Deus- ex -machina al que se apelaba ante la menor dificultad: ¿sequía?, los dioses se enfadan, luego es precisa una procesión en desagravio; ¿eclipse?, ira de a divinidad: cilicio y tormento, disciplina y autocensura. La ciencia, que -pese a la hostilidad ambiental: recuérdese el caso de Galileo- ha ido explicando estos y otros muchos hechos sin necesidad de apelar a Dios, se ha instalado ahora en el lugar vacante de un Dios-tapa-agujeros superado, y ha ceñido la corona y el manto como una nueva diosa. La ciencia provee, el hombre se abandona a su providencia; la ciencia explica, el hombre asiente. Muchos de nuestros contemporáneos creen que la ciencia es infalible, exacta, indiscutible. Obra, en una palabra, de dioses. A una fe superficial en un diosecillo tapafallos humanos le ha sustituido, en un auténtico golpe de estado a trono vacante, otra diosecilla mimosa y de cuando en cuando generosa. Por lo demás, la ciencia y la técnica han producido un notable aumento del nivel de vida, pese a las injusticias sociales, y han contribuido a alejar de este mundo las antiguas preocupaciones por la salvación ultraterrena. Si antaño era considerado este mundo como un valle de lágrimas que había de ser recompensado en el más allá, hoy se promete transformar este mundo en un paraíso terrenal perdido, "el cielo en la tierra". El confort, la propaganda de masas ("massmedia"), la superficialización de la existencia, el trabajo extenuante y maratoniano, todo ello tiene muy ocupado al hombre, y la consecuencia es un cierto olvido de Dios, que otros han denominado "ateísmo práctico": lo religioso no interesa, no preocupa. No se niega, se ignora a Dios, que no interesa. No es problema. Como consecuencia de esta confianza en la ciencia y de la trivialización en las relaciones humanas, resulta muchas veces difícil encontrar sentido a la existencia. Crece, por paradoja, el nivel de suicidios en determinados países desarrollados, el alcoholismo en el marco del subdesarrollo, etcétera. Y de este modo, no solamente no hay creyentes convictos (aunque los haya confesos), sino que tampoco hay ateos convictos, pese a su ostentosa profesión de ateísmo. La nuestra es la era de la trivialidad. Para algunos, puede servir de consuelo el que otras épocas, aparentemente hipersensibles a lo religioso, como por ejemplo la Edad Media, fueran dominadas por todo tipo de supersticiones paganas, estando también ausente un sentido de lo religioso profundo. Más que de sentido religioso, se trataba de un simple rito, fruto de la costumbre, el temor, etcétera. Sin embargo, ese sería un consuelo de tontos: el mal de muchos.

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